Relatos . Puesta en diálogo entre las piezas de nuestros museos

Made in Argentina.
La apropiación regional de los motivos florales

Por Constanza Martínez (*)

Si hay un material capaz de contener culturas distantes en tiempo y espacio es sin duda el textil y en este mosaico de textiles de diferentes museos y colecciones de Argentina, podemos encontrar herencias de variados estilos que en nuestro país van a adquirir rasgos de identidad local. Los materiales, técnicas y motivos que conforman el diseño de cada una de estas piezas se conjugan de manera única en nuestro territorio.  Las herencias son variadas y nos llegaron desde Asia hasta Europa. Al tomar contacto con los saberes propios de cada región de nuestro país conformaron el “estilo criollo” el cual combinó elementos distantes en tiempo y espacio. Un ejemplo es la pieza “Alforja bordada”, confeccionada en lana de oveja con flores bordadas que podrían haber salido de un mantón de manila  o de los bordados litúrgicos (piezas: “Dalmática”, “Bolsa de Corporal” y “Pendón Sagrado Corazón de Jesús”) similares a los de la manta de origen catamarqueño (“Sobrecama catamarqueña”).  Hacia el siglo XX con el surgimiento de las fábricas textiles se delineó el llamado “gusto argentino”, como uno de los objetivos de la pujante industria nacional consistente en readaptar diseños europeos a nuestras preferencias nacionales. ¿Cómo identificar cuál sería el “gusto argentino”?

Si hay un diseño dominante en la historia del textil es el de los motivos florales. Cuando nos remontamos a su historia podemos encontrar dos modos de representar estos populares motivos: el primero es el modo naturalista, heredero de la tradición de la pintura; el segundo, el  modo geométrico, que se presenta como un ornamento abstracto y se inspira a su vez en dos fuentes fundamentales: el bordado tradicional europeo y las “indianas” (algodones estampados o con técnica de batik con motivos de florales y arborescencias fantásticas provenientes de oriente). Las flores provenientes de las indianas se mezclan con las flores del bordado tradicional para diseñar nuevas estampas, esta vez al “gusto europeo” al que se le sumó el cambio del color del fondo,  reemplazando generalmente el azafrán o granate por el blanco. 

Este modo geométrico del motivo floral lo podemos encontrar en la manta del Hotel de Chapadmalal (“Cubrecama Complejo Turístico Chapadmalal”) y es ejemplo del sistema estilístico proveniente de las arborescencias del sudeste asiático. Las famosas indianas que llegan de oriente imponiendo en Europa al algodón, dan impulso al estampado por cilindro en la revolución industrial. En la costa atlántica se estampan sobre una fina gabardina con un festón de flecos de algodón típicos de la época de las famosos acolchados Palette, aunque también en lonas de playa y sombrillas. 

Los cruces y desplazamientos del motivo floral a través del tiempo y las geografías, se encuentra claramente representando en la pieza “Manta de Paula Albarracín” y en cada uno de los elementos que involucra esta manta (diseño, técnica, y materiales). La manta tejida por la madre de Sarmiento tiene un motivo único y central: una cesta de flores silvestres. Este motivo proviene ”del natural” y se encuentra en pinturas con escenas costumbristas o pastorales desplegadas hasta el más mínimo detalle por artistas del Rococó como Boucher, Watteau o Fragonard, entre otros. Pintores que a su vez incursionaron en el diseño textil ya que muchos de ellos trabajaron para las tapicerías palaciegas de las fábricas reales de gobelinos, donde las flores fueron motivo recurrente entre columpios y escenas románticas de juegos en el jardín, como también las escenas pastorales donde están presentes las flores silvestres. Pero la madre de Sarmiento le otorga una impronta criolla a esta historia, cambiando la técnica del bordado por el tejido en telar y el hilo de seda o algodón perlé industrial por la lana de oveja hilada a mano y una escala amplificada. En esta pieza el motivo floral es  llevado al lenguaje del telar, los finos hilos de seda pasan a ser de otro grosor al hilar manualmente la lana de oveja, y de la superficie pasan a la estructura, es decir, del bastidor clásico utilizado para tensar la tela a bordar pasa al telar, en este caso, la cesta se teje en la técnica de faz de trama capaz como el bordado de sectorizar el color. De esta manera el popular patrón que llega desde las pinturas  costumbristas  del rococó crece y toma dimensiones inesperadas mientras Paula proyecta su tejido bajo la sombra del patio de su morada a mediados de 1800. 

La cesta de flores trascendió al caballete y a la tapicería palaciega de la que se independizó al transformarse en un patrón de diseño popular  hasta el siglo XX. Popularizadas en la revolución industrial a partir de  las revistas de labores y muy lejos de su materialidad inicial sus flores naturalistas protagonizaron diferentes bordados en forma de bouquets, como el de la pieza “Bordado de Eugenia Belín Sarmiento”. Gracias a que los hilos para bordar se sofisticaron las revistas publicaban estos motivos para ornamentar manteles, ropa de cama, pañuelos, almohadones y detalles en prendas femeninas, por lo general en la técnica de punto cruz. Uno de los manuales más populares fue el de DMC en los que Thérèse de Dillmont sería la encargada de compilar y difundir, hacia la segunda parte del siglo XIX, tanto técnicas como motivos, convirtiéndose en una gran promotora de los maravillosos hilos que invitaban a pintar con múltiples degradados, grosores y brillos que asemejan las pinceladas naturalistas. 

Finalmente la hibridación entre la tradición naturalista de los gobelinos del rococó y las geometrizaciones ornamentales de las indianas, pasan por un tercer corrimiento dado por lo territorial y la difusa línea entre el “estilo europeo” y “el gusto argentino”. Hablamos de la empresa fundada por Steverlinck en la localidad de Jáuregui, que supo ser líder en cuanto al cultivo extensivo del cáñamo y del lino. Una fábrica textil integral con tejeduría y estampería propia que compraba muchos de los diseños textiles en Bélgica -de donde sus fundadores eran oriundos- para ser adaptados al gusto nacional. Así los cabezales tejidos por Flandria (Pieza “Muestra textil Flandria“) por una parte heredan la traición de los gobelinos en su técnica y color, y por otra parte de sus flores se parecen más a las heredadas de los calico provenientes de India aunque ya sobreadaptada a las modas, ya que sus tallos se desprenden de las arborescencias que las originaron y se acercan más al liberty inglés.

Paula Albarracín desde lo artesanal y Flandria desde lo industrial ¿Incorporan el toque de “gusto argentino» en estas adaptaciones de representación, escala y rapport del motivo floral?

(*) Constanza Martínez es curadora independiente e investigadora dedicada al textil. Es Licenciada en Artes por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y coordina el Área de Textil de Fundación IDA (Investigación en Diseño Argentino).

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